Con mis propias manos,
me dediqué en vano
a deshacer cada nudo que yo mismo me empeñé en atar.
Y no hay manera de olvidar
que mi cordel sigue enredado.
Se afinó mi oído, y logré escuchar
cada una de las voces que me aconsejaron,
que hasta ahora no pude escucharlas,
y ahora oigo alto y claro.
Sonó un grito que apagó el silencio
y acudí en auxilio a tender mi mano,
atareada con desnudos nudos,
enlazados de sabores,
que mi lengua nunca había degustado.
Mis sentidos sin sentido
tornando a la locura,
no paraban de advertirme
que llegaban nuevos cambios.
Y con mis propios ojos
he escuchado,
el grito mudo
degustado con el tacto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario